No es un festival de tapas
Cada año lo mismo:
Más tapas.
Más copas.
Más bares llenos.
Y menos tablas.
Las calles que deberían sonar a madera y adrenalina ahora huelen a fritanga y promociones de vino.
Muchos vienen a todo… menos a lo que importa.
El arrastre queda de decorado, de selfie, de excusa para beber.
Y así, poco a poco, la tradición se vacía mientras el negocio se llena.
¿De verdad queremos que Las Tablas acaben siendo solo una “noche gastronómica más”?
Las Tablas son calle, madera, riesgo, identidad.
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